Mauricio Riaño Martínez / Redacción
 
Visitar este lugar fundado en 1936 es vivir parte de la historia de la ciudad y del país. La Florida ha sido un testigo silencioso de algunos de los eventos más importantes que han ocurrido en Bogotá. (Conozca también el Café de la Peña, pastelería francesa) 
 
Aunque desde el año 2002 está ubicada en otra de las casas de la misma cuadra, estas edificaciones de estilo republicano construidas a principios del siglo XX, tiempo en el que también surgió la democracia y por eso tiene características como las del Capitolio, el Palacio de Nariño y la alcaldía; han presenciado desde sus balcones ubicados sobre la carrera séptima, expresiones de alegría y tristeza de la historia colombiana. (Ingrese a la Puerta Falsa)
 

El chocolate con sabor especial

Sin lugar a dudas esta es la especialidad de la casa. Su creador fue don Eduardo Martínez, quien logró crear la mezcla perfecta para darle un sabor único con un 85 por ciento de aceite de cacao. 
 
“El panadero mayor” como lo llama su hija Elsa Martínez, economista y politóloga de la Universidad Nacional, y actual administradora de El Florida, fue el responsable de crear una receta que han disfrutado los bogotanos y visitantes por décadas. 
 
El chocolate no solo ha sido el protagonista, hace poco realizaron un estudio para identificar ese algo que se había perdido en el ambiente y que la gente reclamaba sin saber exactamente que era. Después de indagar con las personas que notaban ese faltante en el lugar, se dieron cuenta que era el ruido ensordecedor que producía la greca en la que se funde el chocolate, por esta razón se ha vuelto a utilizar. 

Los visitantes 

Don Eduardo Martínez y su esposa Rosalvina Arevalo, la cual conoció siendo la cajera del establecimiento, contaban que este sitio era frecuentado por personalidades como Jorge Eliecer Gaitán, León de Greiff, Álvaro Mutis, García Márquez, entre muchos otros.
 
Pero una de las personalidades más reconocidas y queridas en esta pastelería, ha sido Fanny Mikey, quien cada año cuando culminaba el Festival Iberoamericano de Teatro de Bogotá, frecuentaba el lugar para festejar la labor cumplida y la recuerdan porque su visita generaba una explosión de risa, color, fiesta y vino.
 
Actualmente llegan personas de la academia, incluidos los  rectores de las principales universidades y políticos, como los hijos de Luis Carlos Galán, Iván cepeda, Piedad Córdoba, Antonio Navarro, y otros visitantes; Sin embargo, la gente que más los honra con su presencia son las personas del común, del día a día, quienes se sienten en este sitio como si estuvieran en su propia casa.
 
También reciben visitas de personas interesadas en su arquitectura y su mobiliario para realizar algunas fotografías y filmes; por ejemplo, en este lugar se han hecho escenas de “Fragmentos de amor furtivo” de Héctor Abad Faciolince y actualmente están en conversaciones para realizar algunas escenas de la vida de Celia Cruz.

Un lugar que merece ser reconocido

Uno de los sueños de Elsa es que sea declarado como un patrimonio inmaterial. Su principal razón es que es: “un sitio que la sociedad por su venida permanente le ha dado un lugar en el imaginario urbano”.
 
En alguna ocasión una mujer mayor reclamaba la presencia de un espejo que hacía parte del local anterior diciendo: “usted no va a ser la persona que me va a enseñar a mí de El Florida, mi vida ha transcurrido en esta mesa, en esta silla y al lado del espejo que había aquí y usted lo quitó”. Para doña Elsa, eso tiene una explicación, y es la carga afectiva que la gente tiene frente al establecimiento.
 
Desde el año 2002 está ubicado en la casa actual, a pocos metros de donde se fundó y que tiene 2.500 metros cuadrados; sin embargo, se ha hecho lo posible por conservar la esencia y respetando la relación y el aprecio que la gente le tiene. Hace cuatro años uno de sus visitantes comentó a Elsa lo siguiente: “señora le quiero decir que lo están haciendo bien, pero mucho cuidado con lo que hacen, porque este lugar aunque no lo crean no les pertenece por completo”.
 
Actualmente tienen claro cuál debería ser el futuro de este tradicional lugar, y entre los planes está garantizar que siga siendo el lugar de encuentro para múltiples generaciones. Piensan en cambios y transformaciones que lo haga merecedor de la gente que está afuera. Para Elsa hay muchas cosas que le faltan, no debe ser un lugar para comer simplemente, debe garantizar unas condiciones y prácticas sociales, donde se le pueda dar de comer al espíritu por medio de exposiciones de fotografía, pinturas, conversatorios, lanzamientos de libros y otras muestras culturales.
 
Fuente: Elsa Martínez  
 
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