Marzo 2015 - Rooklyn no es solamente el distrito más poblado de la ciudad de Nueva York, sino que es dueño de una larga historia y una vibrante cultura que se ha visto enriquecida por los inmigrantes que ahí se han asentado por oleadas. Las brownstone houses son testimonio del crecimiento de la ciudad y toman su nombre de los bloques y revestimientos de piedra arenisca (brownstone) que les brinda a las fachadas su color marrón-rojizo característico. Con el paso del tiempo, el nombre trascendió al material para constituirse en una tipología que hace referencia a las townhouses, casas de frente estrecho, escalerillas en la entrada, plantas alargadas y adosadas en hilera, con dos o tres pisos y sótano, construidas entre mediados del XIX y principios del XX para las familias de clase trabajadora.

Hoy en día estas casas son sumamente deseadas, pues representan la opción perfecta para aquellas familias que buscan criar a sus hijos en la ciudad, pero en espacios más generosos, funcionales  y amigables. Tal es el caso de esta townhouse diseñada por el arquitecto Ben Hansen para una pareja con tres hijos pequeños. El punto de partida fue reinterpretar la clásica tipología de la vivienda para adaptarla al deseo del cliente de contar con un espacio integrado en el nivel de acceso, en el cual la familia pudiera interactuar en un espacio libre que incluyera la cocina, el comedor y la sala y que además, se vinculara física y visualmente con el jardín trasero ubicado al nivel del piso inferior, bajo el cual existía un pequeño sótano que se adaptó como un cuarto de juegos o huéspedes.  

Para lograr más espacio interior y subrayar la verticalidad de la casa, las fachadas frontal y posterior se resolvieron con estructuras metálicas grises que armonizan con los bloques de concreto gris claro de los muros. Al frente, la fachada ajusta su aspecto contemporáneo con las texturas y proporciones de la arquitectura de las casas vecinas, mientras que en la parte trasera oficia como un volumen acristalado que permitió ubicar las escaleras exteriores de caracol en lámina de metal perforado. Estas unen el área de la sala de juegos en la planta baja a nivel del jardín con el primer piso y lo llenan de luz natural. Ahí, la cocina desarrollada con materiales que le dan un aire industrial muy sofisticado, como mármol en los mesones, mobiliario en poliuretano gris y acero inoxidable en los electrodomésticos, se abre hacia el comedor, la sala y las estanterías de la biblioteca adosadas a la pared.

Los niveles superiores de la casa estaban estrictamente definidos por su propio programa y circulaciones verticales, lo cual permitió una eficiente planificación del espacio. Así, en el segundo piso se ubicaron el cuarto de los niños, un baño y la lavandería, mientras que en el tercero toda el área fue utilizada para la habitación de los padres con clósets generosos y un amplio baño cuyos acabados –especialmente la cerámica gris claro en formato horizontal en los muros– hacen referencia al exterior de la casa.

Como menciona el arquitecto Hansen, el diseño de las áreas exteriores de la vivienda fue tan importante como el de las interiores, pues los propietarios deseaban contar con la mayor cantidad de zonas al aire libre, cuyo paisajismo estuviera armónicamente relacionado con el interior. Así, además del patio trasero, se generaron terrazas y balcones más privados en las habitaciones y en la azotea, un maravilloso roof garden desde donde se puede disfrutar de la vista de los edificios y el entorno arbolado del histórico barrio de Brooklyn.
 
Texto: Zandra Quintero Ovalle / Revista HABITAR