De 252 proyectos inscritos en la Bienal Colombiana de Arquitectura y Urbanismo, finalmente se eligieron los ganadores en 11 categorías, 3 de ellas para los trabajos de grado de los estudiantes.
 

“Los buenos arquitectos siguen sorprendiendo en el país, con el valor agregado de que hay una apuesta por las obras destinadas a servicios de salud, patrimonio y espacio público, entre otras”, dijo Flavio Romero, presidente de la Sociedad Colombiana de Arquitectos (SCA), quien acompañó la entrega de los galardones en Cartagena.
 

En la categoría de proyecto arquitectónico, el edificio de la Facultad de Enfermería de la Universidad Nacional, en Bogotá, fue el ganador. La obra de Leonardo Álvarez se destaca por sus fachadas longitudinales, el uso del concreto y un trabajo impecable en el sistema principal de circulación, ventilación y escaleras.
 

En arquitectura de interiores y efímera, el premio fue para ‘La colonia infancia, el reino del arte para explorar los sentidos’ ubicada en el Museo de Arte La Tertulia de Cali. Su autor, el Colectivo 720, conformado por Mario Fernando Camargo y Luis Orlando Tombé, propuso una construcción de madera en la que se advierte un drástico cambio de escala que da la bienvenida a un particular museo formado por un túnel, una casa, un escenario y un muro preparado para los niños. 
 

Por su parte, la categoría de intervención del patrimonio resaltó la restauración del templo doctrinero de María Magdalena en Tausa (Cundinamarca), cuyo autor fue Edgardo Edmundo Bassi Burgos. 
 

En este caso, el jurado de la Bienal destacó el trabajo investigativo, que permitió determinar la manera en que estaba construido este templo de finales del siglo XVI, para llegar a soluciones técnicas óptimas.
 

El ordenamiento urbano y regional también tuvo un proyecto premiado: la articulación de instrumentos de ordenamiento del río Cauca. Con la obra, César Augusto Londoño Gómez adelanta en 250 kilómetros lineales un plan articulador que reúne elementos de los planes parciales no solo para atender contingencias como inundaciones, sino para explorar las posibilidades de crear un corredor ambiental y activar un eje económico. 
 

En diseño urbano y paisajismo, el premio fue para la revitalización de la albarrada en Mompox (Bolívar) de Carlos Andrés Betancur, Manuel Jaén y Carlos David Montoya, de la firma Opus. Es un espacio continuo que se complementa con el mobiliario, la arborización y los jardines al lado del río.
 

La categoría hábitat y vivienda colectiva también tuvo un ganador: el edificio Matorral, en Medellín, de Santiago Arango y Camilo Arango (ALH Taller de Arquitectura). Allí, la vegetación es parte integral de la obra y sirve para regular la relación entre interior y exterior, así como la temperatura y la ventilación en los apartamentos. 
 

Finalmente, está el premio a la divulgación y las publicaciones que fue para Ricardo Daza Caicedo, autor de Tras el viaje de oriente, mientras que en investigación, teoría y crítica Isabel Llanos y Edison Henao (profesores Universidad Nacional) ganaron con Casas Obregón & Valenzuela años 50.
 

Vivienda social, sin galardón
 

Aunque el presidente de la SCA, Flavio Romero, reconoció la atención que se le ha prestado a la vivienda social en el país, anunció que este año la Bienal decidió no entregar premio. En aras de la sana discusión, el directivo lideró ayer un conversatorio con quienes creen que hay fallas o que, por el contrario, consideran que ha mejorado. 
 

El arquitecto Felipe González-Pacheco está en el grupo de los que piensan que aún falta: “Se presentaron ocho proyectos y creo que el universo es mayor. Por otra parte, considero que estamos maniatados por cuenta, de un lado, de las políticas gubernamentales, con restricciones normativas, y por otro, por los intereses comerciales. “Por eso, un llamado respetuoso al Gobierno y a los constructores para que, incluso, evalúen la calidad”. 
 

En el lado de quienes consideran que se ha hecho una tarea importante está Juan Carlos Franco, director de la Fundación Mario Santo Domingo: “Creo que si hablamos de oferta, las 100.000 viviendas gratis han aportado; incluso, le agregaría los macroproyectos. Sin embargo, hay que resolver el acceso al crédito y tener claro que un asunto es financiar viviendas y otro, el hábitat (equipamientos, entorno...). Eso hay que revisarlo. De cualquier forma, en la discusión de ideas constructivas está el desarrollo. Y esto incluye la calidad, donde se ha avanzado y aún hay mucho por explorar, por ejemplo, con viviendas más amplias o con capacidad de desarrollo progresivo y costos más eficientes”.
 

Redacción: Gabriel Florez / Coordinador sección Vivienda EL TIEMPO