Karen F. García Y.

Redacción Economía y negocios
 

La siembra de plantas y huertas urbanas no es nueva; sin embargo, cada vez es más visible gracias a tecnologías e ideas innovadoras que han permitido incorporarla en las viviendas.
 

Aunque actualmente se puede ver como una tendencia, las plantas siempre se han utilizado para efectos ornamentales, usos medicinales o terapéuticos y tratamientos de enfermedades o aromaterapias.
 

Sin embargo, ahora el valor agregado de sembrar en las ciudades va más allá. Así lo indica Andrés Ibáñez, director técnico y científico del World Green Infrastructure Network (WGIN): “En realidad, es una práctica que ha hecho carrera en el mundo y Bogotá no es la excepción, no por moda sino por los beneficios para la gente”.
 

Según el directivo, “la ciudad cuenta con más de 10.000 agricultores urbanos que han sido capacitados durante la última década en el Jardín Botánico y otras entidades como la Red Colombiana de Infraestructura Verde Recibe”.
 

Además, hoy las ventajas de sembrar en las ciudades trasciende a la decoración y ofrece beneficios como los impactos en la salud física y mental de las personas, el aumento de la calidad ambiental y la generación de aportes económicos traducidos en comida o emprendimientos como la huerta de Doña Esperanza en San Martín, en Bogotá, que ha tenido mucha acogida en el sector. Incluso, en otras zonas como Ciudad Bolívar, Soacha o San Cristóbal, la siembra de alimentos en la vivienda se ha convertido en óptima fuente de alimentación. 
 

En este entorno, el directivo considera que existe un retorno a los principios de calidad de vida premodernos, como respuesta a los problemas ambientales y de salud en las ciudades.
 

Producción sana
 

A esto hay que agregarle la creciente conciencia de los tóxicos empleados en prácticas agrícolas, que llevan a la gente a querer producir sus propios alimentos saludables y por el otro, la idea de retomar el conocimiento básico sobre las plantas, y no estar concentrados únicamente en las cualidades ornamentales.
 

Y es que cultivar en casa permite tener acceso a comida sana de calidad y frescura, y reduce el gasto de hortalizas; además, disminuye el desperdicio de comida y reconecta a las familias con la naturaleza.
 

Esta dinámica de cultivo en casa tiene a la lechuga crespa verde, crespa morada y lisa, y romana como grandes exponentes, a los que se suman las aromáticas como el tomillo, el laurel, el cilantro, la albahaca y la cebolla larga para darles sabor a la comida. 
 

Esto también ha impulsado proyectos de emprendimiento de agrícultura urbana como Paqua, empresa que produce cultivos hidropónicos automatizados, una práctica que utiliza agua en vez de tierra para hacer crecer la siembra.
 

Según Sebastián Salazar, director de nuevos proyectos de la firma, es un procedimiento fácil de usar en casa, que permite ahorrar hasta 70 por ciento de agua, elimina la suciedad y aumenta la productividad. “A diferencia de un sistema tradicional, crece 30 o 40 por ciento más, ya que al estar automatizado recircula la evaporación y aporta nutrientes al cultivo”, explica.
 

Salazar también reitera que el auge se debe a que se ha destapado el trato a los productos. “Ahora sabemos que muchos de los que ofrecen los supermercados están afectados por agroquímicos, pesticidas y además pasa por varias manos antes del consumo; al cultivar en casa acortas la cadena de abastecimiento y consumes frescura y calidad”.