Colombia se ganó un lugar en el escalafón que agrupa los jardines verticales y los techos verdes en América Latina.
 

Así lo reveló Andrés Ibáñez, cofundador de la Red Colombiana de Infraestructura Verde (Recive) y miembro de la junta directiva de la organización que maneja el tema en el mundo, quien destacó que ya hay más de 300.000 metros cuadrados con estas características. 
 

Recordó que además de los edificios y los desarrollos inmobiliarios, también incluye lo que ofrece la naturaleza. Por ejemplo, están los humedales y los cuerpos de agua, para citar solo algunos de los recursos del entorno que ahora comparten espacio con proyectos de construcción. 
 

Según Ibáñez “hay elementos naturales y artificiales capaces de proveer servicios ambientales, o seminaturales (como los parques) y obras construidas por el ser humano que ofrecen una infraestructura inerte”.
 

En este último grupo está la arquitectura y los 300.000 metros cuadrados de jardines, fachadas y terrazas de los que habla el directivo, quien anota que la mayoría está en Bogotá, que ha empezado a escalar en número pero también en calidad, por encima de ciudades de Argentina y México. 
 

Precisamente, esa dinámica fue determinante para que la Red Mundial de Infraestructura Verde (WGIN) la seleccionara como sede del congreso internacional sobre el tema, que se realizará entre el 19 y el 21 de octubre próximos. Allí se hablará de servicios ambientales, es decir, de aquellos que tienen como beneficio la calidad de vida representada en agua, aire, energía y ciclos de los materiales, pero también de obras representativas de la arquitectura.
 

Hitos arquitectónicos
 

Por ejemplo, en el occidente de Bogotá está el Ecosistema de Negocios Connecta, donde las cubiertas verdes tienen un argumento técnico relacionado con el aislamiento acústico, o la Torre Argos, cuya cubierta de 2.435 metros cuadrados regula el control térmico del edificio y sirve como filtro en la recolección de aguas lluvias para su tratamiento y recolección.
 

La sede de Novartis también está en el grupo, con el valor agregado de que fue pionera y se convirtió en el primer edificio del país en recibir el certificado estadounidense de liderazgo en energía y diseño ambiental (Leed). 
 

El centro comercial Castillo Grande, en Cartagena, es otro representante de la infraestructura verde. Al listado se suma el proyecto de vivienda Santalaia, en Bogotá, con uno de los muros verdes más grandes del mundo con un sofisticado sistema de riego.
 

Es solo una muestra de lo que Ibáñez sugiere que sería ideal para proyectos con la participación de los sectores privados y público, con la suma de esfuerzos, como en otros países.
 

Incentivos y aporte al ecosistema
 

Según Andrés Ibáñez, cofundador de la Red Colombiana de Infraestructura Verde (Recive), “al incorporar naturaleza en suelo urbano y edificios, el constructor limpia el aire contaminado, produce oxígeno, captura dióxido de carbono, reduce el volumen de agua que va al alcantarillado pluvial y el riesgo de inundaciones, absorbe ruido, crea hábitat natural para la fauna y la flora locales, combate el cambio climático y crea nuevos espacios de recreación para la gente. 
 

En Singapur, donde hay rascacielos y jardines aéreos, por crear estos beneficios públicos, el constructor recibe un incentivo en cargas urbanísticas o tributarias por mejoramiento y control ambiental. 
 

Allí, este esquema de cobeneficios ha funcionado muy bien, lo mismo que en Alemania, donde uno de cuatro edificios tiene superficies verdes”.
 

Redacción: Gabriel E. Flórez G. - Coordinador editorial Vivienda – EL TIEMPO